28
de Abril
La
pequeña Amanda escribía una carta para el cumpleaños de su padre. Le hacía
mucha ilusión. Pensaba en todas las cosas que le gustaría decir, y cómo
decirlas. Sonreía mientras lo hacía. La carta era muy alegre, la coloreaba con
tizas rosadas moradas y azules. Al terminar, escribió su nombre y el de su
hermana en marcador rojo, pues, aunque su hermana no la había ayudado, sabía
que a su padre le gustaría que la carta tuviera el nombre de ambas.
Llegó
el día del cumpleaños y la pequeña Amanda se levantó emocionada a felicitar a
su padre y entregarle la carta. Su padre la leyó, abrazó a Amanda y soltó
algunas lágrimas. –De felicidad- pensó la pequeña.
Nueve
años pasaron y la pequeña Amanda, que ya no es pequeña, siguió escribiendo
cartas, que ya no eran coloridas, para su padre, que ya no las recibía.
-Hoy
es una fecha de celebración- se dijo a sí misma -¿Qué celebro?
Abril
siempre fue un mes muy nostálgico para ella, pues recordaba las lágrimas de su
padre y comprendía que quizá, no eran de felicidad como ella pensó.
Ha
pasado mucho tiempo, y la pequeña Amanda miraba el cielo, que en esta fecha le
parecía de color verde, y pensaba en su padre, que aunque no podía verlo, ni
entregarle sus cartas, sentía que allí estaba, abrazándola, como esa mañana.
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