viernes, 13 de enero de 2012

Cementerio

Cómo olvidar ese momento en el que me encontré sentada en la grama, y para mí, sólo había grama. El sol se reflejaba en mi frente, y para mí sólo había grama. Húmeda y tibia, verde, tan verde.
¿Pero qué significaba?
Antes de eso, me encontré corriendo, exaltada, desesperada, sin saber qué buscaba. Quizá, no buscaba nada y me inventé una razón para correr, o para huir.
-¿Estás bien?-me preguntó alguien. Fue allí cuando noté que, para mi sorpresa, estaba rodeada de gente, ya no era sólo grama. Sin decir nada asentí y esa persona, la cual no recuerdo si era hombre o mujer, continuó su camino. Nunca me había sentido tan solitaria, pero al mismo tiempo tan expuesta. Tomé un cigarrillo y lo fumé como si fuera mi último y, al terminarlo, encendí otro sin darme cuenta.

Me encontré mirándome al espejo, tan sola, tan triste, creyendo estar preparada, segura de que ya venía el momento. Mis manos temblaban ¡Oh, cómo temblaban! Tan sola, tan sola, sólo yo y mi reflejo, sólo yo y mi otro yo.
¿Por qué regresaste, fantasma? Siempre has sido mi tortura ¡Déjame en paz por un momento, déjame sola con mi espejo, sola con mi grama! De ti corría mientras me gritabas, me enfrentaste sin misericordia y me dejaste claro que nunca podría despegarme de ti, por mucho que trate, regresarás para recordarme que no te podré olvidar. 
Llevo años escribiendo sobre ti, tantos que en algún momento llegué a pensar que eras mi musa, pero tú no eres musa de nadie porque obligas a la gente a llevarte consigo siempre. Eres el producto de mis propios errores, aquellos que cometí sin pensar en sus consecuencias, y aquellos que alguien más cometió por mí. Llevo mi cruz y la de ellos, pues tu cruz, es la de todos.
Verde, que no te quiero verde. Grama y nubes. Hacia ellas corrí. No buscaba nada, huía de ti. Fantasma que eres mi pasado y que siempre me recordarás aquellas cartas, poemas e insomnios, aquel hueco en la tierra en el que sobre él ahora hay grama.

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